top of page
  • Foto del escritorOsvaldo "Turco" Tangir

Tita, una semblanza


Calle, tristeza, abandono, miedo, miseria, y otra vez… calle. Es el paisaje de la infancia de Laura Ana Merello. Nacida en San Telmo, en octubre de 1904, y criada por aquí, por allá, en el campo y en el suburbio. En cualquier lado, que es decir ninguno. Padre ausente, madre también, del asilo salta a un cabaré casi pornográfico del puerto, adonde llega para ser bataclana. Eso, bataclana. Y lo que saliera después de cumplir el turno arriba del tablado. Todo para redondear una moneda para el puchero y la pieza.

Entiende rápido que el afuera es una guerra, y es de las que por temperamento va siempre al frente. Hecha de tumbos y abismos, de privación y rigores, guay de aquel que la quiera prepear.

Canturrea, mal, pero al público le gusta su desfachatez; se divierte cuando esa peticita resultona aparece en escena para decir desafinando esos tangos pasatistas y atorrantes. Además, tiene buenas piernas, labios tentadores y un todo sensual que provoca al sabalaje. Con esos atributos se hace vedette. Se fuga del borde y llega a un teatro céntrico, donde también llama la atención de los productores, raza siempre ávida de novedades.

A mediados de la década del 20, Buenos Aires es una mezcolanza de estilos arquitectónicos, lenguas, culturas, religiones, músicas, perfumes, olores, fantasmas, que están a punto de coagular, aunque sus protagonistas no lo sepan. El cocoliche, ese tano que quiere integrarse y habla como “creoyo” es una prueba. La ciudad es un mundo en donde está todo el mundo. Aunque de afuera en cierto modo se parezca a Madrid, y desde las alturas del poder, la oligarquía vacuna, la gran burguesía quieren que sea París. Buenos Aires: la París del Sur, rubia, exquisita, mecida en valses vieneses, charlestones o aires de zarzuela o cualquier otra música de afuera.

Sin embargo, por abajo de lo aparente, el componente popular vibra al son del tango, allí está su gesto y su sentimiento en formación. En los fonógrafos suenan De Caro, Pirincho Canaro, la voces de Azucena Maizani, de Gardel, Corsini y Alberto Gómez. Con esa música y letra baila, se entremezcla, fructifica en el pueblo.

También está en esa mezcla milagrosa las letras pícaras e intencionadas, que canta ella, la Tita del barro, ahora encaramada a algo menos resbaloso que la desesperación: el escenario, donde demostrará su talento modelado en el instinto, y en esa desfachatez hija misma de la necesidad.

Y al fin aparece en ¡Tango!, 1933, primera película sonora filmada en el país. Aun es una figura secundaria. No es aún la Tita de Buenos Aires, la Tita de Todos, pero ese pequeño resplandor que le depara el celuloide le borronea el pasado y la pone en carrera…

Aun no se ha visto su trabajo actoral en películas como Los Isleros, La Fuga, Amorina Los Guachos, Filomena Marturano, que la consagran la gran actriz dramática argentina. Aun no ha grabado “Se dice de mí…”, el tango que la hizo más famosa aun. Y aun no ha llegado a su vida Luis Sandrini, el hombre que la hizo feliz, felicísima, como nunca antes había sido, ni nuca después será…Es el año 1933. Ahora Buenos Aires está diferente, tal vez peor que aquella de mediados de los 20. Se le viene encima la década infame… Le crecen los pibes que manguean, los conventiyos, los desocupados, las villas alrededor… El día a día continúa siendo duro para los artistas populares y para el resto de los laburantes del país. Hay que yugarla, ponerle el cuerpo. Pero ya nadie la bajará de las luces, las tablas, los aplausos: La Merello se ha ganado el lugar a fuerza de poner en juego lo que aprendió en la calle. Para no volver jamás a ella.



3 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
LOGO TIPOGRAFICO TURBA.png
bottom of page