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  • Foto del escritorEmanuel Corrado

Del otro lado de la vida

Actualizado: 31 dic 2020


Dibujo: Leonardo Davico

Todos sabemos que los pueblos están unidos por el ferrocarril, que no es solo un medio de transporte, sino que también es la columna vertebral de una nación. Es lo que nos une, nos comunica, nos lleva y nos trae las noticias y a los amigos y porque no, a los amores.

Cuántas historias de amor, riñas y negocios se dan en esos vagones.

Recuerdo siempre al vendedor simpaticón que te tira la data de la demora del tránsito ferroviario para que estés atento. “Se suicidó

un flaco cerca de la estación Turdera” te informa,

y vos ya sabés que llegás tarde al laburo.

Está el clásico vendedor de CD's que se memoriza casi 200 discos para decirlos en el tren, el reto es seguir el conteo para ver si se supera, les puedo asegurar que cada día suma un artista nuevo.

Desde Constitución hasta Ezeiza en el servicio eléctrico, de Ezeiza a Tristán Suárez, vía

a Cañuelas con el servicio diesel, La Chanchita.

El Tren que une pueblos e historias, crea una irónica separación en cada uno de los poblados en los que tiene estación. Casi como una división de estratos sociales. A los que están de un lado de la vía y a los “del otro lado de la vía”.

-¿Dónde vivís?

- Del otro lado de la vía - era la mi respuesta. Sí, yo era de los del otro lado de la vía, de un lado, del lado de la entrada la estación donde se ve la fachada, viven los señores y las señoras del pueblo, los que tienen calles asfaltadas, que seguramente son dueños de algún comercio y tienen varias generaciones en el barrio. Casi como una pequeña burguesía elitista (como toda burguesía). Son los que tienen sus hijos en los colegios más paquetes, los que van a la iglesia todos los domingos y sus hijos juegan al básquet en el club principal, nada de sociedades de fomento y esas berretadas.

Los del otro lado, los de barrio, los de barro. Los que llegan al colegio con las zapas embarradas, a los que no les tiembla la voz para acordarse de la madre de alguno y prepararse para desenchufar la heladera

y que se pudra todo, ¡a las piñas viejo!

Del lado de los que juegan a la pelota en el potrero de la esquina en plena lluvia, de los que calientan el agua en un olla para bañarse, de los padres obreros. Madre fabriqueras y el viejo que sabe todo, desde cómo hacer una casa hasta cómo curar el empacho. Somos y seremos del otro lado.

El tren, una máquina creada por el hombre para unirnos y nosotros insistimos en separarnos.

A pesar de esta reflexión les confieso, que con los de aquel lado de la vía, yo no me pienso juntar.

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